jueves, 5 de febrero de 2009

Como un sueño....

La noche cae tardíamente en la ciudad...
en algunas calles la gente sin rostro o sin expresión
deambula su incansable trajín de los que caminan sin rumbo, casi sin saber que caminan...
La ciudad, enorme, solitaria, engulle al gentío
agregándolo a la bruma tensa de los sin nombre
como intentando rescatar la historia del sinsentido,
cubriéndolo con un manto de silencio en el atropellado griterío anterior...
Camino yo también, o navego? pareciera que floto con pie liviano en el incesante laberinto de una ciudad que no duerme y por lo tanto no sueña más allá de lo ilusorio o del desvarío del parecer y del tener...

Y así marcho... con la mirada registrando cada rincón, ubicuamente, como para no perderme de nada, encontrando migajas de sentido, hilachas de un norte en el revoltijo disimulado de las marquesinas, en el aparente rumbo de la vorágine que todo lo pide y todo lo traga, todo...

pero que nada a cambio, sólo lejanías y alguna que otra soledad de segunda mano...
Solo con mis sueños, mi latir impertinente y osado, que se revela ante el silencio dominante del barullo, y mi ritual sin lugares comunes...

El encendedor se abre nuevamente con su característico sonido metálico, y a veces se dispara en el silencio del bullicio que nada dice, como una espada abandonando su funda y buscando la batalla, pero nada, no hay contra quien combatir, no hay sangre digna de ser derramada o bendecida o recordada...
El humo del cigarrillo recién encendido se eleva en el pesado aire del ambiente tapando en cada voluta las exiguas siluetas de cartón... escenografía que cree ser vida y ni siquiera es escenario...


Y sólo un instante antes de disolverse en el eterno gris de la muchedumbre, la voluta se detiene en un giro inesperado pero siempre anhelado, deteniéndolo todo... otro tiempo se ha disparado, en otro lugar...

Y así el metálico sonido, y la voluta inconclusa, se mezclan en la mente del extraño como en un recuerdo apenas aprehensible del antiguo templo donde las cabezas rapadas y las túnicas azafrán se hundían en el sonido casi irreal del mantra repetido...
El repiqueteo de las ruedas de oraciones llena el ámbito más allá de los rezos, los enormes cilindros giran en sus ejes desgatados untados en grasa de yak, los caracteres sánscritos parecen desenvolverse en la atmósfera cargada de incienso y mirra, de especies y de té que lleva hirviendo por siglos... esperando el sorbo que le dé un sentido a su espera y un destino a su esencia...
Es entonces que la figura de una mujer apenas envuelta en promesas atraviesa el milenario pasillo central del templo, con un paso temeroso pero acompasado, como si no acertara a encontrar aquello que no sabe aún que busca...
Su silueta femenina, curvilínea, se expande y se contrae en un palpitar que anhela el horizonte, como un camino de muchas vueltas, con la promesa de pasadizos secretos y laberintos por descubrir y recorrer, y tal vez algún atajo inconducente que, sin embargo, seguramente alberga senderos apacibles entre bosques encantados de hadas y duendes donde los demonios fisgonean pero no tiene cabida, donde todo sea un deleite aunque sea transitar un dolor, como lo es el paso lento del descubrimiento de algo maravilloso por venir... aún promesa o tal vez fantasía... que importa?

La bruma del templo no atina a ocultar la insinuada curva de una sonrisa que adivina y que tal vez sabe, que lo imprevisto y lo sorprendente a veces forman parte de lo cotidiano aunque sea en un sueño maravilloso...
Las cejas enarcadas sobre la algo triste pero dulce y profunda mirada de la mujer, ponen marco a la sorpresa, más que a la búsqueda... haciendo que la cara brille con un aire fuerte y misterioso... como el cielo desconocido que sus ojos parecen imitar o al menos prometer...
Toda ella es un sueño de expresión y libertad, que tal vez tomó prestadas las notas de las esferas para manifestarse en el sutil mundo de la ensoñación... o tal vez solo sea mi anhelo... si he de soñar, soñaré bien… vale!
Un aura rodeando su cabeza parece revelar la valiosa naturaleza de lo que encarna, así como lo ratifica el cálido brillo de su corazón...
Se abre paso lentamente entre olas de oraciones ininteligibles de tanta repetición, como un mascarón de proa que señala el rumbo y la determinación del camino, toda gracia y fuerza como si realmente sostuviera entre sus brazos la nave entera, como si tirara de ella en lugar de ser llevada...

El extraño la contempla casi sin respirar, tal vez temiendo que cualquier movimiento desvanezca la visión...
sólo atina a decir en un murmullo quedo, apenas audible a través del cigarrillo olvidado hace rato en sus labios que apenas sonríen...

no sabía que te buscaba, pero te encontré...

La ruedas de oraciones giran y giran en su interminable traqueteo, tal vez impulsadas por una mano tan eterna como misteriosa... formando las plegarias, los deseos, los compromisos, los miedos y los empeños de quien quiera escucharlas y sepa descifrarlas...

La visión se desvanece finalmente, el tiempo recobra su incansable ritmo, la muchedumbre continúa su escape de sí misma estando por todos lados para no estar en ninguno...
Los sonidos del murmullo multiplicado se confunden con mil tonos eléctricos, inhumanos, como aquellos rumores de lo que no importa, porque el sonido no identifica ni el afecto, ni el contenido, ni el vínculo, no al menos este, solo es ruido blanco...

El extraño sonríe como si alguna capa profunda de su conciencia hubiera captado el sánscrito sagrado de la oración convertido en giro por alguna mano anónima...
y traduce con una sonrisa apenas perceptible mientras enciende otro cigarrillo como para acompañar el susurro de las musas que ponen tono a unas pocas palabras...
"Hola, soy Jorge, ya sé quien sos ... aunque no te conozca..."

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