jueves, 5 de febrero de 2009

Despertar cotidiano…


Un largo hola que ha llevado cientos de mensajes al viento en la estéril planicie de este espacio, tiene múltiples “para qué” en su destino, un para que grita con voz ahogada "aquí estoy" entre miles de silencios ensordecedores...
un para que pone la gota justa de humedad sobre el brote que aún sin haber visto la luz del sol sabe por las estrellas de su vocación de infinita diversidad...
un para que arremete contra el gris monótono de smog que todo lo cubre y que nada salva, como un pequeño rayo de luz que se abre camino entre tanta tiniebla...
Un lento devenir que tiene vocación de los movimientos continentales, erige la montaña que algunos escalarán mientras otros temerán y muchos simplemente ignorarán porque esa es la naturaleza de la especie, aunque esa no sea la especie ni la simiente...
Un dulce despertar cuando los duendes y las ninfas aún son cosa segura pero menos evidentes que la pesadez del ambiente y menos presentes que la bruma de la mente que lucha por mantener el paraíso recién perdido mientras ya la ambición se aferra a la tarea sinsentido de ganar el día...
Un melancólico recuerdo de estrellas y galaxias que de pronto no caben en la habitación de 2.5 por 3, ni en el colchón hundido por la concretud del cuerpo que minutos atrás era sólo un soplido de fuego en el espacio infinito...
En lo profundo del silencio que continúa al despertar en un mar de adoquines que ahora se transforma en una sábana enrollada entre las piernas, recuerdo un destino de grandeza que se diluye lentamente en la dulce seducción de lo cotidiano como un largo suspiro de mujer que nos dice que todo está donde debe estar y todo es como debe ser, aunque esa voz melancólica susurra que hay más, que más allá de las horas existe un tiempo sin tiempo, que más allá de la cama y la oficina vastos campos de nebulosas se extienden ahí nomás, al alcance de nuestra voluntad...
Todo se derrumba en el glorioso y terrible despliegue de la realidad de cada día y las catacumbas adoptan formas de glamorosos eventos en ámbitos decorados de cartón pintado que cree que es mármol o acero o animal print...
Y caemos una vez más en la rutina con espíritu de reto, donde la hermosa cascada oculta la canilla oxidada que tanto le da vida como la puede quitar con un giro desaprensivo...

Y en el fondo, en el segundo plano, casi desenfocado contra tanta cáscara y alharaca, el largo, lento, dulce y melancólico recuerdo de una mirada, un poco triste, un poco cansado pero indudablemente profundo, noble, tenaz, tímido, vigoroso, dubitativo, amoroso, firme, presente y personal como para sostenerme un algo más, un minuto, un siglo, que importa... entre la informe multitud de nadas hay un algo fuerte y vital que avanza y retrocede pero que innegablemente está vivo y presente más allá del nombre que le ponga...

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